GUGENHEIM

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lunes, 17 de diciembre de 2012

Tierras de secano



Estos burritos  que descansan, ahora en las cualquier era, establo  o   terreno  del término de  Pozoantiguo, traen  a mi memoria  los  más  tiernos y nostálgicos  años    de mi  niñez.


Pozoantiguo  es   mi pueblo, en él  nací, di  mis primeros pasos   y correteé hasta los  tres años. En Tierra del   Pan, a 8  Km de Toro,  rozando la Tierra  de Campos pasé muchos veranos, disfrutando de mi pueblo cuyo antiguo nombre fue el de Pozaltrigo  debido a  su  alta producción de trigo que alcanzabann sus terrenos, al ser ricos para  la producción de cereales, trigo, cebada, avena, centeno ...
Para una niña encajada en el Madrid de  los 50/60,  los veranos desatados en el pueblo eran días de júbilo, de clases  vivas, de  aprendizaje activo, de experiencias no programadas, pero de excelentes resultados.
Pasaba del pálido color de la capital al negro atizonado campesino, sólo refrescado por   la nivea de caja azul, de las prisas y estrecheces   del  metro,  al  descontrol y la  calma de  las eras, los melonares, las viñas, los pinares y  los paseos en burro. Mis excursiones preferidas eran al arroyo de Adalia, que ahora sé que además de dar nombre al término y al monte cercano goza de las más puras reminiscencias  de los árabes, llegados hasta estas tierras.
Allí había  una finca con buchina  y bajo la sombra de una enorme higuera chapoteé  muchas veces después de ponerme "tibia" de coger moras maduras, trepando por las ramas del amoroso árbol,  que nunca se resistió al atraco infantil.
Los pinares, almendros, ciruelos y otros frutales se intercalaban con los viñedos y melonares, dando al paisaje un colorido digno del más espectacular de los lienzos.
Las  aguas  frescas del arroyo recomponían nuestros doloridos pies y los adecuaban para la caminata del retorno, que era a pie  y por un sendero polvoriento.
Allí podíamos ver  conejos que escondían en sus madrigueras, liebres  que correteaban por el campo ,perdices escondidas entre los rastrojos y , en ocasiones, hasta algún  jabalí.
Pero  lo más llamativo por  su   abundancia  eran  los rebaños de ovejas y algunos más reducidos   de  cabras...
El  queso, era   un manjar cotidiano y junto con  el chorizo, salchichón  o jamón, merienda   de cada día.
Los  torreznos que eran   almuerzo  obligado   de   los  trabajadores del  campo,  no  eran  santo de mi  devoción, pero  los "cueros" a   los que ahora llamo cortezas, me privaban, recuerdo que mi abuelo se comía el tocino y me los guardaba, con el cariño y resignación  propios de alguien que disfruta viendo feliz a sus pequeños.
Y no puedo acabar sin nombrar mi merienda preferida, la que superaba al pan con chocolate, la rebanada  de pan con "arrope" no sé explicar cómo se hacía este delicioso  néctar en el que podías  encontrar frutos secos y un exquisito  sabor de textura densa y aromática. Lo elaboraba mi abuela después de recoger el mosto.
De ella aprendí muchas cosas,  la perdí demasiado pronto, a pesar de mi curiosidad no tuve  tiempo para aprender sus recetas. Sus pastas rosquillas y dulces eran los mejores...
Tenía once años cuando mi abuela enfermó... y a los trece se nos fue... Pero nunca ha dejado de acompañarme, ni ella, ni sus recuerdos, consejos y sobre todo me inunda su ternura y amor.


TE QUIERO ABUELA                        3 de Agosto 2012



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