Procesión del Cristo del Amparo
Visten los hermanos capas alistanas, toscas, pardas, de las que
usaban los pastores de antaño. Portan en sus manos un farol de forja que les
ilumina la cara, recogida bajo las capuchas de sus capas. Desfilan dispuestos
en forma de cruz. El silencio roto por el sonido de las matracas anuncian el
paso de la procesión. Sobrecogimiento, frío, silencio obligado, rigor, austera
belleza, ciudad vieja, lamento sordo de una noche de misterio, dolor y rezo en
el marco oscuro de la ciudad antigua bajo la luz de la luna de Abril.
Pin , pin, pin, pintea.
Got, got, got, gotea.
Lluv, lluv, lluv, llueve.
Se rompe el silencio,
se desbarata el misterio,
se precipita el ritmo,
se acaba la espera.
Reina el desconcierto,
se abren paraguas,
prisas, carreras...
El público decepcionado,
iban escopetinados ,
buscando un techumbridor.
Con tal desorden formado,
lloró hasta el apuntador,
lloraron las piedras,
lágrimas de historiador,
lloró el Cristo,
lágrimas de pasión,
y hasta lloran los hermanos
lágrimas sobre el farol.
Transigentes, apesadumbrados,
cabizbajos, condescendientes,
luciérnagas de Abril,
aguas mil.
Mª Isabel Carazo, Abril 2012
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