GUGENHEIM

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sábado, 12 de octubre de 2013

Carta al Otoño

Querido Otoño:

Has llegado en silencio, despacito, empujando suavemente al remolón verano, retornas a mí como un viejo amigo que trae recuerdos de mi vida, de mis años, nostalgia de mi calle, de mi pueblo de mis coles y sus paisajes. Tu presencia llena mi alma de emociones encontradas, de amor y miedo, de encuentros y despedidas, de inicios y finales.

Llegas distante y sereno, convocas a la paz, la armonía y la calma. Traes a mi cielo un brillo especial y un soplo de aire fresco, tu presencia agita mi memoria, tantos nuevos proyectos, nuevas ilusiones, objetivos, contenidos…. 
He contado mis años por cursos, mis  otoños por años nuevos y los junios por cursos acabados, San Silvestres, con sabor a vacaciones de verano.


Estás aquí de nuevo, compañero de nostalgias, con tu manto nuevo y tu sombra larga, con tu voz de ceniza y tu olor a vendimia. Celebro tu llegada, me hablas de recuerdos y nostalgias,  yo te cuento mis silencios y mis últimas tristezas, mientras susurra el viento, colgándose en las ramas de los viejos robles, y maduran los castaños que te acogen con ternura.




Las hadas del bosque, ardillas y corzos  salen a saludarte mientras tiñes su paisaje de grises y ocres y lo adornas de almendras, nueces, avellanas, álamos altivos, que se rinden al ocre, verdes sauces llorones… mientras una nube violeta de nostalgia ciega  mis ojos, deshace los retazos de un verano que se aleja presuroso anhelando nuevas primaveras. 
En tu llegada te acompañan las aves que surcan este cielo, buscando presurosas nuevos y cálidos horizontes. 
Ellas emigran igual que mis anhelos. Me dejan pinceladas de otro tiempo que, lentamente, también se desdibujan y…      un preludio de invierno que se vuelve escarcha y será ...  agua. 
Los árboles, los desinhibidos árboles, se unen en un festín nudista, van despojándose de sus hojas que caen lentamente, balanceándose hasta el suelo, caprichosas van formando una mullida alfombra que se quiebra bajo mis pasos, y los más recatados solo animan la fiesta mientras aplauden con sus ramas balanceadas por el suave viento del norte






Un día de otoño pasan miles de cosas buenas, la tarde arde en rojos ocasos, ves el cielo viejo dibujar nubes caprichosas que se inclinan para pisar las hojas secas y sentir como el frío se vuelve cada vez más intenso y placentero, una tenue lluvia humedece el aire y deja el camino plateado. 
En los días de otoño es muy agradable  saludar a la gente que te cruzas por el parque. La gente lleva consigo el delicadísimo aroma del frío, del viento, de las brisas que vuelan y revuelan, sus mejillas están sonrosadas, sus narices medio enrojecidas, con esos ojos cegados por el claro color del cielo, son esos hombros recubiertos de ropa, sus manos torpes enfundadas en gruesos guantes de lana, sus coloridas bufandas que se enredan juguetonas a sus cuellos y los graciosos gorros culminados por pompones.


Cuando el frío aprieta, es delicioso ver como cada rincón del cuerpo tiene un escalofrío para adaptarse al nuevo estado y pegarse a la ropa. Es gentil el calor que roza el alma y te deja en calma.  Es un placer tomarse un café caliente sintiendo así como ríos de amargas e hirvientes aguas inundan el espacio, sintiendo como los dedos y manos se tornan ligeramente rojos.

En los días de otoño  las hojas caen y alfombran eternas calles grisáceas, limpias de polvo y mal. Ves como invisibles e insensibles minúsculas gotitas lavan el tiempo, limpian las marchitas flores y almidonan los ya altas farolas de luz. Pasan cosas como ver reaparecer sonrisas melancólicas y poetas delineando cuadernos.

En días de otoño cambia la percepción. El color dorado, amarillo, rojo inundan cada calle, cada esquina, cada mano salida del suelo.  Hay íntimos momentos en divanes de montones de hojas, romances fugaces, entre dos hojas o dos perros o dos amantes sinceros.
Me gusta ver el otoño como una segunda primavera, como si cada hoja fuese una flor. Ahora que el fuego del otoño quema lentamente el bosque y día a día las hojas muertas caen y se funden. Ahora comienza a gestarse una nueva primavera.

El otoño huele a uvas, a membrillos, a frío, a lluvia, a libros nuevos, a tierra mojada, a castañas asadas…

  
       A sopas y caldos, a chocolate con churros…
       Higos, mandarinas, peras manzanas…

   M.I.C

  12-10-2013

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